Hoy es una noche de esas en las que el frío quema mi alma. Los latidos son pausados pues el corazón va cada vez más lento. Me encuentro en la oscuridad de mi alcoba, viendo la lluvia caer. Oyendo las gotas perderse como todo lo que he vivido. Relámpagos alumbrando cada esquina, allí donde se esconden los recuerdos del ayer, recordándome lo que fui alguna vez.
Refugiada entre las sábanas, como si acaso me fueran a salvar de la agonía, como si de algo sirviera el ocultarme. Pensando en qué me deparará el destino, cuál de todos será mi camino, buscando excusas para nunca desistir. Y en las sombras, se guardan los sentimientos, de aquellos bellos momentos a los que creí pertenecer.
Miro el techo de mi cuarto, en donde observo mi retrato y mil tonterías del pasado. Intento que no me afecte, pues ya no es mi presente, solo lo que me hizo feliz mientras duró. Me encuentro analizando mi vida, en mi oscura guarida que me protege de retractarme. Aunque lo vivido no ha sido perfecto, ya no queda tiempo, para vivir de arrepentimientos. Puede que no lo he superado, pero el viento esta soplando haciendo que mi vida continúe.
Son las 2 de la mañana, me encuentro aquí en mi cama, considerando lo que se puede arreglar. Quizás no sea mucho, pero no vale poco, es algo urgente, debo admitir lo que el corazón siente y dar todo de mí. Es importante seguir adelante, pues de estas noches frías, necesito encontrar una salida. No debo quedarme callada, como si nada me afectara, pues ya estoy agotada, de tanto observar como mi vida descansa en mi almohada que se encuentra inundada de tantas lágrimas de lamento. Esta etapa tiene que acabar está bueno de sentirme estancada, pues mientras estoy recostada, miles de oportunidades se encuentran derramadas.
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